Preludio
Es momento de volver y
replantear.
Despegue
Desde muy pequeño conocí el
dolor y el padecimiento, en los primeros meses me vi envuelto en una serie de
enfermedades que casi ponen en riesgo mi vida. Con tratamiento y los cuidados
de mis padres salí adelante. Pero fue
hasta los 6 años cuando tuve conciencia de lo que es sentir el dolor en una de
sus máximas expresiones; un accidente automovilístico hizo que estuviera más de
4 meses internado en el hospital y con altas probabilidades de perder uno de
mis pies. La destreza de los médicos, el apoyo incondicional a mis papás de
muchas personas y las oraciones y pensamientos positivos que muchos elevaron
para mi recuperación y gracias a Dios, no pasó.
Fueron muchos días de
trasfusiones sanguíneas en un brazo y en el otro litros y litros de suero. Las
visitas de los médicos me fueron tan familiares, que incluso desarrollé la
capacidad para diferenciar el ruido de las llantas de la camilla como la de las
llantas que traían el carrito con el desayuno o la comida. Fueron muchas intervenciones
quirúrgicas que mi tolerancia a la
anestesia fue en aumento, muchas veces desperté a mitad de las operaciones, pero
el intenso dolor, me provocaba desmayarme, al menos esto sirvió porque los
médicos se apresuraban a terminar la cirugía. Ese accidente además de marcar mi
cuerpo, marcó mi vida.
Y también conocí el dolor
ajeno. Aún recuerdo perfectamente las caras de mis papás, en ese proceso. Admiro
la fortaleza de mi padre al tener que dejarnos a mi mamá y a mí en otra ciudad
para irse a su trabajo y sacar de quien sabe dónde el dinero para todo lo
necesario. Nunca supe como le hizo para manejar su tristeza, su angustia tal
vez su desesperación. Creo que eso más que saberlo, tengo que aprenderlo por mí
cuenta.
Admiro, reconozco y agradezco a
mi mamá, que tuvo que dejar a mi hermana encargada y al cuidado de mis tías,
para ella estar día y noche a pie del cañón allá conmigo y literalmente irse a
vivir a una habitación de hospital. Tener un hijo en cama y otro lejos creo que
no es nada fácil. No puedo ni imaginar lo que fue para mi hermana ver poco a
mamá y llegar a un cuarto de hospital para verla.
Hoy reconozco que el dolor
forma parte de la vida humana. Hay muchas cosas que nos impiden sentir
cualquier tipo de dolor. Puedo decir que incluso se ha venido desarrollando una
cultura anti dolor de la cual se
quiere evitarlo a toda costa. Desde con medicina alópata como con tratamientos
modernos y alternativos.
En mi experiencia, el dolor
me hace sentir vivo, hace que mi atención se enfoque en este lugar donde lo
siento y de ahí mi mente me lleva a pensar una serie de cosas, que me han
llevado desde a replantearme caminos y tomar decisiones diferentes en mi vida.
Como a valorar además de la salud física, a las personas que han estado conmigo
de manera incondicional.
A pocos días de cumplir 40
años, he sentido ya el dolor que provoca el ser despedido de un empleo, la
muerte de mi padre y de otras personas que les tengo buena estima y entre otros
dolores mínimos pero que también han dejado su parte de aprendizaje.
Puedo decir que el dolor me
ha ayudado a ver desde diferentes perspectivas, me enseña a pensar las cosas
con otro enfoque, pero sobre todo, me ha enseñado a ser humano y que así como
yo, otros más han tenido o tienen terribles dolores.
Aplica
te
He vuelto a escribir después
de algunos meses de ausencia, pude haber escrito cualquier cosa, pero siempre
me ha interesado compartir algo de lo que he podido aprender.