martes, 19 de septiembre de 2017

1809

Preludio

Es momento de volver y replantear.

Despegue

Desde muy pequeño conocí el dolor y el padecimiento, en los primeros meses me vi envuelto en una serie de enfermedades que casi ponen en riesgo mi vida. Con tratamiento y los cuidados de mis padres salí adelante.  Pero fue hasta los 6 años cuando tuve conciencia de lo que es sentir el dolor en una de sus máximas expresiones; un accidente automovilístico hizo que estuviera más de 4 meses internado en el hospital y con altas probabilidades de perder uno de mis pies. La destreza de los médicos, el apoyo incondicional a mis papás de muchas personas y las oraciones y pensamientos positivos que muchos elevaron para mi recuperación y gracias a Dios, no pasó.
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Fueron muchos días de trasfusiones sanguíneas en un brazo y en el otro litros y litros de suero. Las visitas de los médicos me fueron tan familiares, que incluso desarrollé la capacidad para diferenciar el ruido de las llantas de la camilla como la de las llantas que traían el carrito con el desayuno o la comida. Fueron muchas intervenciones quirúrgicas que mi  tolerancia a la anestesia fue en aumento, muchas veces desperté a mitad de las operaciones, pero el intenso dolor, me provocaba desmayarme, al menos esto sirvió porque los médicos se apresuraban a terminar la cirugía. Ese accidente además de marcar mi cuerpo, marcó mi vida.

Y también conocí el dolor ajeno. Aún recuerdo perfectamente las caras de mis papás, en ese proceso. Admiro la fortaleza de mi padre al tener que dejarnos a mi mamá y a mí en otra ciudad para irse a su trabajo y sacar de quien sabe dónde el dinero para todo lo necesario. Nunca supe como le hizo para manejar su tristeza, su angustia tal vez su desesperación. Creo que eso más que saberlo, tengo que aprenderlo por mí cuenta. 

 Admiro, reconozco y agradezco a mi mamá, que tuvo que dejar a mi hermana encargada y al cuidado de mis tías, para ella estar día y noche a pie del cañón allá conmigo y literalmente irse a vivir a una habitación de hospital. Tener un hijo en cama y otro lejos creo que no es nada fácil. No puedo ni imaginar lo que fue para mi hermana ver poco a mamá y llegar a un cuarto de hospital para verla.

Hoy reconozco que el dolor forma parte de la vida humana. Hay muchas cosas que nos impiden sentir cualquier tipo de dolor. Puedo decir que incluso se ha venido desarrollando una cultura anti dolor de la cual se quiere evitarlo a toda costa. Desde con medicina alópata como con tratamientos modernos y alternativos.

Resultado de imagen para pieEn mi experiencia, el dolor me hace sentir vivo, hace que mi atención se enfoque en este lugar donde lo siento y de ahí mi mente me lleva a pensar una serie de cosas, que me han llevado desde a replantearme caminos y tomar decisiones diferentes en mi vida. Como a valorar además de la salud física, a las personas que han estado conmigo de manera incondicional.

A pocos días de cumplir 40 años, he sentido ya el dolor que provoca el ser despedido de un empleo, la muerte de mi padre y de otras personas que les tengo buena estima y entre otros dolores mínimos pero que también han dejado su parte de aprendizaje.

Puedo decir que el dolor me ha ayudado a ver desde diferentes perspectivas, me enseña a pensar las cosas con otro enfoque, pero sobre todo, me ha enseñado a ser humano y que así como yo, otros más han tenido o tienen terribles dolores.

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He vuelto a escribir después de algunos meses de ausencia, pude haber escrito cualquier cosa, pero siempre me ha interesado compartir algo de lo que he podido aprender.