Preludio
Ahora seré un
hombre porque libre al fin seré, ahora seré rico, porque nada poseeré…
San
Francisco de Asís
Despegue
Me atrevo a
decir que la gran mayoría de personas generamos sentimientos de bienestar
cuando compramos algo, va desde una prenda de vestir, artículos de joyería,
artículos para la casa, cuando
decidimos cambiar el modelo de nuestro celular. O ¿Qué tal te sientes cuando
compras un carro?, sea de agencia o usado. Esa sensación que se siente al
comprar ¡claro que genera placer!, satisfacción, bienestar y en ocasiones hasta
nos provoca motivación. Aunque no todo termina aquí, puesto que las personas no
solamente tenemos esta sensación de bienestar cuando compramos, también hay una
sensación placentera que experimentamos al acumular.
Los seres
humanos somos dependientes por naturaleza y una de esas dependencias ha
derivado en acumular una serie de objetos –y en ocasiones personas- que parecieran
ser útiles en nuestra vida.
Vamos acumulando
un sinfín de cosas: la camisa de la suerte, los calcetines que te regaló la
abuela, el primer diente que se te cayó, libros, discos, fotos, souvenirs ó recuerdos de bodas, fiestas
de quince años y una gran lista que podemos ir agregando a la serie de cosas
que vamos acumulando.
La gran pregunta
es: ¿Por qué este placer? Basta recordar un poco que el ser humano tiene
una necesidad de propiedad, de poseer, de sentir que “eso” –cualquier objeto o persona- es
nuestro, algo así como una
extensión de nosotros y que por lo tanto podemos hacer lo que se nos antoje; es
el poder que nos da la propiedad privada dijo mi amigo el marxista.